En una época en la que Europa se ve sacudida por una crisis de seguridad energética, inflación y cambios políticos, la Comisión de la UE, bajo el liderazgo de Ursula von der Leyen, ha demostrado considerable determinación al presentar nuevos objetivos climáticos para el año 2040. A pesar de un contexto económico y social desafiante, marcado por las secuelas de la crisis en Ucrania y protestas de agricultores, la Comisión logró mantener sus compromisos. Esto subraya la seriedad con la que la UE persigue sus objetivos climáticos, incluso cuando estos podrían quedar en segundo plano para muchos ciudadanos y ciudadanas en la actualidad. Sin embargo, la nueva regulación también está sujeta a un escrutinio crítico. Expertas y expertos advierten que la reducción de CO2 propuesta podría haber sido más ambiciosa. Las recomendaciones del Comité Climático Europeo, un cuerpo convocado por la propia UE para evaluar las necesidades climáticas y la viabilidad económica, estaban entre una disminución del 90 al 95 por ciento. Se ha demostrado que incluso alcanzar el límite superior sería económicamente y socialmente sostenible. Que la Comisión ahora apunte hacia el límite inferior de las recomendaciones de los expertos no debe ser descartado como un movimiento insignificante, puesto que cada porcentaje tiene un impacto profundo en el clima y nuestro futuro.